¿Quién soy yo? ¿Qué hago con mi vida? ¿Por qué no encuentro felicidad o plenitud en lo que hago? ¿Dónde quedó la pasión que antes sentía?
La aparición de estas preguntas pueden hacer tambalear el tablero de todas las personas. Sin embargo, salir de este círculo vicioso en donde abunda lo negativo y el malestar es posible. Lo que hoy me molesta o me duele pueda ser una señal de que necesito un verdadero cambio y tomar las riendas de mi vida.
¿Quién soy yo?
Aunque no haya edad para pasar por una crisis de identidad en la que las preguntas sobre quién soy y cuánto valgo se vuelven cada vez más recurrentes, existen algunos factores estresantes que pueden hacer disparar esta sensación de falta de autoestima y de necesidad de autoconocimiento.
Las causas son variadas pero las principales son casarse, divorciarse, mudarse, perder un ser querido, experimentar algún episodio traumático o un desamor o no hallarse en un buena posición laboral.
Sin embargo…
¿Cómo podría darme cuenta que estoy atravesando una crisis y no una tormenta pasajera?
Responder esa pregunta no es tarea fácil porque no es una enfermedad con síntomas precisos. Pero hay que prestarle atención a los siguientes indicios:
📌 Si estoy preguntándome quién soy a pesar de todas las cosas positivas o no en mi vida.
📌 Si estoy experimentando un conflicto personal sobre mi rol en la sociedad o bien necesito reafirmar mi vocación.
📌 Si tuve grandes cambios que pueden afectar mi autoestima como un divorcio.
📌 Si me estoy cuestionando sobre mis valores, mis creencias espirituales y si percibo cosas negativas en mis intereses y carrera.
📌 Si dejé de sentir pasión en mi vida y la estoy buscando con mucha vehemencia pero finalmente me aburro rápidamente.
Muchas veces la sola reinvención profesional o un cambio rotundo puede devolverme la seguridad en uno mismo y la auto-satisfacción que por un momento pareciera haberse perdido. No obstante, en caso de sentir cierto grado de depresión, sensación de desesperanza, fatiga, cambios de peso o falta de apetito, pérdida del interés, es necesario sobrepasar este momento con algún tratamiento o haciendo algunos ejercicios para encontrar el eje. Pero nunca debe cundir el pánico porque aunque parezca caer en un lugar común: cada crisis me invita a crecer y me plantea nuevas oportunidades.
Recomendaciones ante esta crisis
Estas seis recomendaciones de ejercicios pueden marcar un antes y un después en esta intensa situación:
1- Ajustar el punto de vista:
Todo depende de cómo vea las cosas pero sobre todo de cómo me vea y con qué anteojos lo haga. Con una mirada más amorosa y compasiva, puedo dejar de focalizarme en lo negativo, en lo que todavía no está resuelto pero sobre todo en lo bueno que tengo dejando de lado los defectos. Si esta crisis representa un crecimiento, entonces podré trabajar lo que no me gusta de mí y potenciar lo bueno.
2. Repensar una rutina:
Si el hartazgo por las mismas cosas ya existe, entonces hay que probar nuevas y hacerlas parte de nuestra rutina. Encontrar un interés que desconocía o bien reencontrarme con los de la infancia. Volver a ser ese niño que disfrutaba de algunas cosas como dibujar, bordar o simplemente salir a andar en bicicleta no solo me hace gastar energía sino que puede sacarme del círculo vicioso de lo negativo. Estos cambios me hacen volver a sentirme útil y apasionado y me ponen en un lugar de vitalidad.
3. Relacionarme con gente:
Creerse o estar alejado de los afectos puede terminar en una crisis existencial porque se modifica mi propia visión y en sucesivo lo que creo que los otros piensan de mí. Lo bueno es que siempre está la oportunidad de recolectarse con quienes aprecio, de contar lo que siento y experimento y que mis allegados también puedan mostrarnos sus experiencias y hasta encontrar una manera para que puedan ayudarme, por ejemplo, salir a pasear, meditar juntos o simplemente sentirse acompañado. Resulta indispensable reafirmar que no estoy solo en esto y que hay una red de contención que en caso de caer, no me dejará tocar el piso. ¿Pero cómo debo relacionarme desde ahora? La forma más genuina es aceptando mi vulnerabilidad. De nada vale seguir siendo omnipotente si en el fondo se está sufriendo por demás. Y ante cualquier miedo recurrente o depresión, es necesario recurrir a esta red.
4. Conocerme y aceptarme.
Yo soy más de lo que venía siendo o de lo que aparentaba ser hasta este momento de crisis. Es hora de quitarme esta máscara, de ver mi propia vulnerabilidad y de aceptar que hay situaciones incontrolables. Sentirse mal no siempre es una pésima opción. Permitirme el mal trago me hará salir a flote. ¿Qué es lo que siento? ¿Por qué lo siento? ¿Digo realmente lo que siento o a veces lo camuflo para sufrir un poco menos? La clave es ser sincero y coherente con lo que se siente, se piensa y se hace.
5. Recordar la propia fortaleza:
¿La vida me pone otra vez a prueba? Entonces, lo importante es volver a sentir ese espíritu de supervivencia, ¿Qué es lo que soporté tanto tiempo? ¿Qué preferí esconder para no sufrir tanto? ¿Cómo me recuperé ante tal situación? ¿Cómo me sentía? ¿Cómo mejoré y me puse de pie? No es que la misma fórmula puede ser útil en este nuevo caso pero sirve para recordar la capacidad y los recursos, en fin la resiliencia, para sobrellevar cada momento difícil.
6. Visualizarme en el futuro.
Esto también pasará y para que así sea necesito saber ¿Cómo quiero verme? ¿Qué quiero seguir haciendo? ¿Qué quiero dejar? ¿Qué obligación actual me molesta o incomoda? ¿Quién quiero ser y hacer? ¿Qué puedo empezar a hacer ahora para llegar a esa meta?.
Si estos ejercicios no funcionan, es recomendable contar con el asesoramiento de un profesional. Poner en palabras tanto el dolor como la gratitud es absolutamente necesario para recobrar la fuerza y darle pelea a esta encrucijada. Sea cual sea la forma que se elija, salir de esta crisis es posible.