La última obra maestra de Víctor Erice, ‘Cerrar los Ojos’ (2023), nos presenta un conmovedor relato sobre la memoria, la identidad y el poder transformador del cine. A través de una narrativa compleja y emotiva, la película nos lleva a reflexionar sobre cómo las imágenes pueden preservar no solo momentos, sino también la esencia misma de quienes somos.
La Búsqueda de la Identidad Perdida
En el centro de la historia encontramos a Miguel Garay (Manolo Solo), un director de cine obsesionado con resolver la misteriosa desaparición de su amigo y actor Julio Arenas (José Coronado). Décadas después de su desvanecimiento, del que solo quedaron como testigo un par de zapatos mojados, Miguel descubre que Julio podría estar vivo en una residencia de ancianos, aunque completamente desconectado de su pasado debido a una amnesia total.
El Poder del Cine como Puente hacia el Pasado
El clímax de la película se desarrolla en una secuencia fundamental: la proyección de ‘La mirada del adiós’, la última película inconclusa de Julio. Miguel, junto con Ana (la hija de Julio), organiza esta proyección como un último intento desesperado por despertar la memoria dormida del actor. La escena, magistralmente ejecutada, muestra a Julio observando su propio rostro en la pantalla, en un momento que condensa toda la esencia de la obra de Erice.
La Ambigüedad del Reconocimiento
El final de la película mantiene una deliberada ambigüedad. Mientras Julio observa las imágenes proyectadas, su rostro permanece mayormente inexpresivo, pero un sutil cambio en su mirada sugiere que algo profundo se ha movido en su interior. Erice opta por no dar respuestas definitivas, prefiriendo que el espectador reflexione sobre la naturaleza de la identidad y la memoria.
Más Allá de los Recuerdos
La película plantea una pregunta fundamental: ¿Qué permanece cuando perdemos nuestros recuerdos? A través del personaje de Miguel, entendemos que su obsesión por «despertar» a Julio no es solo por su amigo, sino por su propia necesidad de enfrentar la mortalidad y el paso del tiempo. Como director envejecido, Miguel busca en el cine una forma de trascender la muerte, de «esculpir en el tiempo», como diría Tarkovski.
La Permanencia a Través del Arte
El final de ‘Cerrar los Ojos’ sugiere que, aunque la memoria consciente puede desvanecerse, algo más profundo permanece. Los personajes que Julio interpretó, capturados para siempre en celuloide, son ahora más reales que sus propios recuerdos perdidos. El cine se presenta así como un medio capaz de preservar no solo imágenes, sino también esencias y emociones.
Un Final Abierto a la Interpretación
La última mirada de Julio, magistralmente interpretada por Coronado, deja al espectador con más preguntas que respuestas. ¿Ha reconocido algo en esas imágenes? ¿Existe una memoria más profunda que la de los recuerdos conscientes? Erice prefiere mantener el misterio, permitiendo que cada espectador encuentre su propia interpretación.
La Herencia Emocional
A través de Ana, la hija de Julio, la película también explora cómo las ausencias moldean nuestras vidas. Su búsqueda no es solo por recuperar a su padre, sino por entender su propia identidad a través de ese vacío. El final sugiere que, aunque no podamos recuperar el pasado en su totalidad, podemos encontrar paz en los fragmentos que permanecen.
‘Cerrar los Ojos’ concluye como una profunda meditación sobre la naturaleza de la memoria y la identidad. Erice nos recuerda que el cine, más allá de su capacidad para capturar momentos, tiene el poder de tocar algo fundamental en nuestra humanidad, algo que persiste incluso cuando los recuerdos se desvanecen. Es un final que, en su aparente simplicidad, contiene toda la complejidad de nuestra relación con el tiempo, la memoria y el arte.